[Ö] El estado de crisis es un
concepto que se aplica para describir una de las fuentes del llamado cambio
evolutivo o estable. En este caso, se sostiene que las estructuras sufren
desajustes transitorios, pero sus efectos son absorbidos por el propio sistema.
Estos cambios no significan variaciones en el orden prevaleciente. En las
crisis hay efectos transitorios y sobre ellos actúan los mecanismos internos de
regulación, para devolver hacia sus valores normales las variables críticas que
han sido afectadas.
El estado de
crisis es una situación en la cual: a) existen relaciones antagónicas, de
índoles transitoria y localizadas en ciertos puntos de la organización; b) su
existencia es conocida por los participantes, quienes perciben la presencia de
un conflicto cuya permanencia les afecta; c) es posible una división entre las
manifestaciones del conflicto y las causas más profundas que las generan, de
manera que resolver sus efectos no anula la crisis; d) la organización no
puede, en el sentido de su supervivencia, mantener el conflicto por mucho
tiempo, si éste se sitúa más allá de los umbrales de tolerancia; e) a
diferencia de otros eventos, las crisis no son deductivamente repetitivas, sino
singulares y únicas, no pueden predecirse; f) la crisis implica un
debilitamiento de los mecanismos de control, hay una pérdida transitoria de
estabilidad por la incapacidad relativa de los controles para mantener las
condiciones anteriores.
Una vez
presentadas las crisis es factible predecir su finalidad, y es posible
calificarlas. A priori se conoce sólo la probabilidad de ocurrencia, pero no la
forma que vaya a adoptar, ni la intensidad que presentará. Deba aclararse que
existe la posbilidad de estudiar las crisis recurrentes; en este caso es único
y singular su patrón, su referencia, su argumento, mientras que la recurrencia
se halla basada en que cada clase responde al mismo eje argumental.
Pueden
mencionarse entonces ciertos conflictos esquemáticos que llevan a situaciones
de crisis. Ellos son, por ejemplo, las situaciones de cuestionamiento de la
autoridad establecida (crisis de legitimidad), la ruptura de intercambios con
el medio (crisis de aislamiento), la introducción de rasgos culturales disociados
de los rituales vigentes (crisis de moderninzación). En todos estos casos
emergen nuevos comportamientos, pero el sistema no pierde continuidad.
Como
característica común, las crisis muestran una defección temporaria o
debilitamiento de los mecanismos de regulación del sistema, que pierden
efectividad debido a los cambios en las condiciones internas. Los estados de
crisis pueden desarrollarse de muy diversas maneras. Sus efectos pueden ser
reabsorbidos, reflejarse sobre las funciones del sistema, mantenerse latentes y
crecer para convertirse en colapsos organizacionales. En todas estas
alternativas también es característico de la crisis el conocimiento de la
situación por los participantes de la organización.
Las crisis
pueden llevar o derivar al sistema hacia situaciones muy diferentes en amplitud
e intensidad. Si bien son fenómenos localizados preocupan sus proyecciones
sobre el resto del sistema. El resultado de las fuerzas antagónicas en un punto
de la organización puede llevar a la inacción o ruptura de las condiciones
vigentes en el entorno cercano a los elementos en conflicto. Los efectos de la
crisis incluyen el riesgo de la regresión del sistema en el sentido de la
pérdida de variedad en las respuestas o, por el contrario, pueden brindar al
sistema nuevas oportunidades de progreso en su funcionamiento.
Desde el punto
de vista de la autoorganización ciertas crisis pueden ser explicadas como el
resultado de una amplificación de las relaciones dialógicas que coexisten en
las organizaciones. El funcionamiento del sistema como conjunto implica
restricciones para las acciones individuales, ya que la ilimitada expresión de
estas últimas puede amenazar la integridad del sistema. Por ejemplo, la
autonomía y las limitaciones para el funcionamiento individual coexisten rasgos
del sistema. La organización virtualiza o inhibe propiedades de los elementos
constituyentes y, de esa manera, los componentes no pueden adoptar la totalidad
de sus estados posibles. Ello es una fuente endógena de crisis.
Otras causas de
las crisis en los procesos de cambio organizacional calificables como endógenas
son las relaciones de naturaleza antagónica y competitiva que coexisten en las
organizaciones complejas. Los estados de crisis implican en este caso una
exhibición (o desinhibición) de las variables que se han mantenido sumergidas y
también una manifestación de la posible degradación del sistema, por las
tendencias naturales hacia el desorden y la uniformidad.
Para el enfoque
de la autoorganización algunas fluctuaciones son aleatorias o accidentales y
otras son desajustes internos que se producen en las actividades de
mantenimiento y desarrollo de los sistemas. En este sentido, las crisis pueden
provenir de una discontinuidad en el crecimiento o el desfasaje entre la aceleración
del proceso en ciertos sectores, y el simultáneo retraso en otras áreas menos
dinámicas. En estas formas de crisis de crecimiento está presente el factor
tiempo, reflejado por el desacople entre los diversos ciclos de actividades que
coexisten en la vida de la organización.
En un marco de
análisis más amplio, constituyen una fuente permanente de crisis las
incongruencias entre las perspectivas parciales de las lógicas empleadas en
cada uno de los mencionados dominios de la realidad organizacional. Por
ejemplo, las diferencias entre los planes, las capacidades y las relaciones
socioafectivas. En procesos estables, estas relaciones no son problemáticas
porque las variables (como insumos, productos, retribuciones) se mantienen por
debajo de las magnitudes que son críticas para el sistema.
En cuanto a las
fuentes externas de las crisis (excluyendo el extremo de las catástrofes),
consisten básicamente en la discontinuidad en los flujos de intercambios con el
medio ambiente, tales como problemas de financiamiento o los excesos de
producción no ubicables en el mercado. Otras causales son las que plantean los
marcos de ambigüedad para las situaciones de decisión. Es el caso del cambio en
las variables ambientales que colocan al sistema frente a exigencias contradictorias
para las cuales no tiene una respuesta inmediata ni única. Por ejemplo, el
desvío en la demanda hacia los productos de la competencia, la aparición de
innovaciones tecnológicas, nuevas leyes y ordenanzas fiscales, la falla en los
aprovisionamientos o los conflictos laborables.
En los sistemas
activos, como las organizaciones sociales, no tiene sentido hablar de crisis
permanentes. Bajo la lógica de la autoorganización siempre habrá un momento de
poscrisis, a partir del cual el sistema vuelve a operar con cierto determinismo
en sus acciones. Dadas sus particularidades, las situaciones de crisis deben
ser identificadas como tales por el operador organizacional, ya que requieren
un tratamiento también específico. No son calificados como crisis los problemas
de decisión instrumental, tácticos y técnicos, que surgen durante el trabajo,
tales como la falta de medios, la incomunicación entre sectores, la
obsolescencia en los equipos o la falta de conocimiento en los participantes.
Los problemas
técnicos tienen su origen en el dominio de las capacidades de la organización,
y su resolución se logra mediante el dominio de los propósitos. Los casos que
implican desvíos normales en las operaciones no son estados de crisis de la
organización, sino ecuaciones cuyas incógnitas pueden ser despejadas o
resueltas por modelos de investigación operativa o por la teoría de las
decisiones. La resolución de los problemas o escala de valores que, en el caso
de las crisis, son precisamente objeto de cuestionamiento.
La especificidad
de las situaciones de crisis consiste en que ellas siempre afectan a los
comportamientos de la organización en el dominio de las relaciones internas.
Las situaciones que se identifican como crisis también significan una ruptura
dentro del orden de las relaciones vigentes. Una crisis implica la
presencia de varios tipos de
racionalidad que actúan o presionan sobre una misma situación. Por ejemplo, la
coexistencia de las racionalidades individual, grupal, institucional y de otras
organizaciones del medio, confrontadas todas ellas en la búsqueda de nuevos
sistemas de retribución o compitiendo por recursos escasos. Desde un punto de
vista fenoménico, las crisis se manifiestan siempre en el dominio de las
relaciones, cuya etiología puede provenir de cualquiera de los otros dominios,
pero su manifestación, abordaje y resolución pasa siempre por los modos de
relación entre las personas que componen la organización, y más concretamente
predomina en estas situaciones la lógica del poder.