1. Medios y Fuentes de información
La información es el resultado que obtenemos de nuestra intervención o de la intervención de los demás, y se convierte en la materia prima con la que trabajamos para formular el diagnóstico de desprotección infantil por malos tratos o de desprotección infantil por desatención de las necesidades básicas infantiles, en el que se incluye, también, un diagnóstico de las características personales, familiares y sociales del entorno del niño o adolescente, para determinar el riesgo de desprotección infantil.
Debemos distinguir
entre las fuentes de información y los medios, a partir de los cuales podemos
tener un mapa para orientar nuestra intervención en función de estas dos
variables.
2. Información e Indicadores de malos tratos
A parte de las
fuentes y los medios, la información tiene que ponderarse tanto en los indicadores
de malos tratos como en la desatención de las necesidades básicas o en los
factores, sean estos de riesgo, de protección o de resiliencia. Es decir, hay
que darle el valor justo de acuerdo al contexto y al entorno en el que se
produce y/o se recoge esa información. Por ejemplo, unos padres ante una
separación litigiosa pueden instrumentalizar a los profesionales con la
intención de generar una coalición con ellos para perjudicar a la otra parte.
En el cuadro siguiente
se recoge la propuesta del Instituto Madrileño del Menor y la Familia respecto
a la fuente de información, la información necesaria que debemos recoger, los
casos en los que deberíamos consultar esa fuente y recoger esa información, y
los medios para ello.
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A parte de estos
listados, la información para detectar los indicadores se recoge en las
entrevistas con la familia, la observación de la interacción de los padres con
sus hijos y las coordinaciones con los profesionales de otros servicios. De la
información recogida debemos precisar la correspondencia de los
indicadores detectados con indicadores de malos tratos infantiles. La
percepción de profesionales de otros sectores y de la gente corriente respecto
a lo que son malos tratos no siempre se ajusta a lo que la investigación
precisa, a veces por defecto y otras por exceso.
También debemos
considerar la procedencia
de esta información, diferenciando quién proporciona la información:
padres, menor, familia extensa, vecinos, profesionales o nosotros mismos, y a
través de qué medios se proporciona: verbales, escritos, observación o como
impresión diagnóstica propia o de otro profesional, que se formula a partir de la
intervención. Otro aspecto a tener en cuenta es la atribución que
nos permite distinguir en que contexto: extrafamiliar o intrafamiliar,
se da el indicador/es y si es intrafamiliar a quién se adjudica el indicador:
al padre o a la madre. Finalmente, debemos valorar la consistencia
de esa información como base del diagnóstico de malos tratos.
Para una relación detallada de indicadores de
malos tratos infantiles en el niño o adolescentes y en sus cuidadores, y una
relación según ámbitos profesionales de atención a la infancia puede
consultarse el documento del Observatorio de la infancia estatal: Maltrato infantil: detección, notificación y
registro de casos[1].
3. Información y Factores
Podemos distinguir tres grandes tipos de factores: de riesgo, de protección y de resiliencia. Un factor podemos definirlo como un condicionante donde su presencia, junto con otros factores, puede desencadenar un resultado. Esto nos sugiere que los factores son, pues, condicionantes que pueden estar presentes en el entorno personal, familiar y social del niño o adolescente, y pueden provocar una situación de desprotección infantil por malos tratos o por desatención de sus necesidades básicas. Por tanto, los factores que la bibliografía nos propone son elementos que la investigación ha asociado a situaciones de desprotección. Nuestra propuesta de factores se estructura de la siguiente manera:
- Factores de riesgo
- Factores predisponentes
- Factores desencadenantes
- Factores de mantenimiento
- Factores protectores
- Factores protectores o compensadores
- Factores resilientes
Respecto a los
factores de riesgo de malos tratos deberemos distinguir los factores
predisponentes, es decir los que están presentes o activos en el caso,
de los que la investigación establece como potencialmente causantes de malos
tratos. En un plano más concreto debemos precisar los factores
determinantes o desencadenantes que han producido la situación de malos
tratos y, si es posible, los factores de mantenimiento que han
dado continuidad a los malos tratos. A menudo, no siempre es posible distinguir
los factores determinantes de los de mantenimiento, en tanto que los primeros
se estabilizan y mantienen la situación de malos tratos.
Aunque nosotros vamos
a seguir esta clasificación para valorar los factores de riesgo hay otros
autores como Ciccheti y Rizley (1981) que distinguen los factores
de riesgo en dos categorías en función de la duración de sus efectos: "factores de vulnerabilidad" o crónicos y
factores de riesgo transitorios. Los primeros recogen la cronicidad en
factores como los déficits en la historia evolutiva (experiencias en la
infancia negativas tales como rechazo emocional y falta de calor afectivo),
características del niño (handicaps congénitos). Los segundos recogen la
transitoriedad de estresores circunstanciales a corto plazo como son las
relaciones conyugales: conflictos maritales, separación conyugal o viudedad, la
situación laboral (paro, problemas en el trabajo,...) o las características del
niño (enfermedad, bajo rendimiento,...).
Según estos autores una situación de malos
tratos estará determinada por el equilibrio existente entre los factores de
riesgo y los factores de compensación que disminuyen el riesgo de maltrato.
Cuando los factores de riesgo transitorio o crónico no pueden ser contrarrestados
por los factores de compensación, se producen los malos tratos.
En toda situación de
malos tratos se detectan, por tanto, factores de riesgo que se asocian a la
producción de esos malos tratos, pero también factores de protección[2] que lo evitan o lo
disminuyen. Recientemente, la investigación ha hecho mella en este enfoque
dando como resultado una mirada diferente que intenta distinguir entre factores
protectores o compensadores[3] y factores resilientes.
Aunque como veremos, a pesar de que se tratan y se conceptualizan de maneras
diferentes, en algunos casos los factores son parecidos sino idénticos, e incluso, a
veces, se utiliza indistintamente el término protector y resiliente en
literatura especializada[4]. Lo cual pone en evidencia
la juventud del tema.
Al igual que en los factores de riesgo, los factores
protectores son aquellos que la investigación identifica como capaces
de proteger a los hijos ante situaciones de malos tratos. “El ‘poder
protector’ de determinados factores (presentes en el niño, la familia o el
entorno) depende de la capacidad para evitar el maltrato y la capacidad para
reaccionar adecuadamente si se llegara a producir éste”[5] . Por tanto, su
presencia compensa el riesgo de malos tratos ofreciendo la protección necesaria
para que no se produzcan o cuando se producen. Estos factores también son
llamados factores compensadores, los cuales “(…) actuarían
modulando los factores de riesgo e impidiendo el maltrato. La conducta parental
estaría determinada por el equilibrio relativo entre los factores de riego y
los factores de compensación que experimenta una familia”[6].
Los factores
resilientes nos hablan de las capacidades para resistir el impacto de
un hecho traumático y seguir un proceso de desarrollo individual (individuación)
y social (socialización) saludables. “Resiliar (résilier) es recuperarse, ir
hacia delante tras una enfermedad, un trauma o un estrés. Es vencer las pruebas
y las crisis de la vida, es decir, resistirlas primero y superarlas después, para seguir viviendo lo
mejor posible. Es rescindir (résilier) un contrato con la adversidad”[7].
Debe señalarse que estos factores disminuyen la revictimización de los menores que
han sido víctimas de malos tratos.
Como vemos la
diferencia parece que estriba en el poder de protección de los factores
de protección cuando, en el peor de los casos se producen los malos tratos, y
en el poder de recuperación de los factores de resiliencia cuando uno ha
sido víctima de una situación de malos tratos que le ha provocado un trauma. Quizás
el elemento diferenciador de estas dos categorías de factores radica, por un
lado, en la temporalidad y la severidad de los malos tratos, es decir el tiempo
que los menores han estado expuestos a tal situación y la intensidad con que se
han expresado estos malos tratos. Y por el otro la capacidad de la familia,
especialmente de los padres, de superar esta situación. “(…) la resiliencia
sería un proceso de negociación del riesgo en que los factores protectores se
opondrían al riesgo y los factores de vulnerabilidad llevarían a sucumbir a ese
riesgo: ‘por tanto, el efecto de protección o de vulnerabilidad sólo es
evidente si se combina con el riesgo”[8]
Quizás esto nos ayude
a diferenciar aquellos hermanos que habiendo vivido una misma situación de
malos tratos unos sucumben por experimentarla como un trauma y otros se
recuperan y son capaces de desarrollar un proyecto de vida saludable porque son
menos vulnerables, a pesar de que la familia y/o el entorno hayan reaccionado
rápidamente (factores de protección) ante esos malos tratos.
4. Factores de riesgo de malos tratos y Modelos explicativos
La investigación
identifica una serie de factores asociados con las situaciones de malos tratos infantiles,
tanto por acción como por omisión, a los que llama factores de riesgo o
factores de riesgo social. Aunque el riesgo social aquí se refiere, como ya lo
hemos especificado en su momento, al riesgo de malos tratos. Estos factores se
han ido ampliando a medida que los modelos sobre el maltrato infantil han
evolucionado.
4.1. Modelos de de primera generación (1961 - 1975)
Las características
de los modelos de esta época es su enfoque lineal y unidimensional. Entre estos
encontramos el modelo psiquiátrico – psicológico que surge del Congreso
sobre La Síndrome
del niño maltratado, organizado por Kempe (1961). Este modelo fundamenta
los malos tratos en los trastornos de personalidad y de comportamiento de los
padres. Los factores sobre los que se apoyará serán la personalidad del maltratador,
sus toxicomanías y adicciones, la transmisión intergeneracional del maltrato,
la cognición social y el etilo y prácticas educativas.
En esta época también
aparece el modelo sociológico. Toda vez que atribuyen un papel
secundario a la salud mental de la persona maltratadota, ponen el acento en las
variables de tipo social como las condiciones sociales, los valores y las
prácticas culturales, las cuales provocan estrés y producen violencia social y
castigos físicos (Chaffin, Kellehe i Hollenberg, 1996). Los factores relevantes de producir malos
tratos según este modelo son el estrés familiar, el aislamiento social, la
aceptación social de la violencia y la organización social de la comunidad.
Un último modelo es protagonista en este período, el modelo centrado en el menor, es decir en las características del menor como causa de malos tratos.
El menor, la víctima, presenta características personales que resultan
molestas, incómodas e, incluso, rechazantes para sus padres. Ante las cuales
siente impotencia, frustración y estrés, y determinaran las relaciones
paterno-filiales (Azar, 1991). Los factores de riesgo relevantes son la edad el
menor, su estado físico y su conducta, haciendo especial hincapié en aquellos
aspectos que suponen en el un handicap.
4.2. Modelos de segunda generación (1975 - 1993)
Los modelos de esta
época se distinguen por su enfoque multicausal o multidimensional, por remarcar
la interacción dinámica entre las variables de padres e hijos/as, y por que
persiguen ser más descriptivos que explicativos. En este período encontramos el
modelo ecológico de Belsky (1980),
con un enfoque integrativo basado en el modelo teórico de Bronfenbrenner sobre
el desarrollo humano. Más que señalar factores de riesgo, Belsky, lo que
propone es una mirada en los entornos en los que se manifiestan los factores de
riesgo. Así, propone tener en cuenta el desarrollo ontogenético, el
microsistema familiar y sus entornos exosistémico y macrosistémico.
Dentro de un enfoque transaccional encontramos dos
modelos, el modelo transaccional de
Ciccheti y Rizley (1981) y el modelo
de los dos componentes de Vasta (1982). El primero centra su atención en
categorizar los factores de riesgo que provocan y sostienen una situación de
maltrato infantil. Distingue entre los factores potenciadotes permanentes, los
factores potenciadotes transitorios y los factores compensadores o
amortiguadores. El segundo modelo se fundamenta en la teoría de la agresión de
Berkowitz (1974), y se interesa en las actitudes y estrategias de disciplina de
los padres maltratadotes y su reactividad emocional. Distingue dos factores de
riesgo a tener en cuenta en la conducta de los padres: el comportamiento
agresivo instrumental y el comportamiento agresivo impulsivo.
Otro modelo
perteneciente a esta época es el modelo
transicional de Wolfe (1987), el cual
fundamenta la explicación de los malos tratos infantiles en el
desarrollo de la conducta abusiva dentro del contexto familiar. Son factores de
riesgo la aparición de un patrón de malos tratos y los procesos psicológicos de
los padres relacionados con la activación y afrontamiento de la cólera.
4.3. Modelos de tercera generación (1993)
La teoría de procesamiento de la información
social de Milner (1993), fundamentada en las cogniciones de los padres en
la producción de los malos tratos, centre su atención en los estadios:
procesamiento cognitivo y cognitivo-conductual, y esquemas mentales sobre los
hijos. Los factores de riesgo que destaca de cada uno de estos estadios son los
siguientes: las percepciones de los padres respecto las conductas de los hijos,
las interpretaciones, evaluaciones y expectativas de las conductas de los
hijos, la integración de la información y selección de la respuesta, la
ejecución y control de la respuesta y las ideas y valores globales y
específicos sobre los hijos.
La teoría del
estrés i el afrontamiento de Hillson i Kuiper (1994) amplia el modelo de
Milner poniendo el acento en el proceso que produce el aumento del estrés en el
primer estadio de Milner. Distinguen los siguientes factores de riesgo como
determinantes de malos tratos: los factores de estrés parentales, en el menor y
ecológicos, las evaluaciones cognitivas primaria (determinantes en la
naturaleza estresante de los factores) y secundaria (recursos internos i externos
para afrontar el estrés), las conductas de afrontamiento (en función de las disposiciones
o tendencias de afrontamiento estables adaptativas o disfuncionales), y los comportamientos
parentales resultantes (funcionales o facilitativos, negligentes o abusivos).
5. Factores de riesgo, de protección y de resiliencia, y modelo ecológico
Para ejemplificar como se distribuyen algunos de los factores asociados a los malos tratos, hemos utilizado el modelo formulado por Belsky de la adaptación del modelo de desarrollo humano de Bronfenbrenner, distribuyen los factores según su tipología, a partir de las fuentes consultadas. De esta manera, disponemos de tres cuadros de doble entrada: factores de riesgo, factores de protección y factores de resiliencia, donde los factores se clasifican según el modelo ecológico: ontosistema, microsistema, exosistema, macrosistema.
La observación de la
distribución de los factores en los distintos cuadros nos marca unas tendencias
susceptibles de comentar. En todos los tres ámbitos las relaciones
paterno-filiales tienen una presencia importante, y no podría ser de otra
manera al tratarse del núcleo donde se manifiestan los malos tratos. En los
factores de riesgo se percibe un peso importante de las características de los
padres y de los hijos; además de estos factores,
López Sánchez (1995) propone como un factor de riesgo más la ausencia de varios
factores de protección, especialmente, la ausencia de figuras de apego. En los factores protectores parece destacar la familia y
en los factores resilientes las características de los niños juegan un papel
importante.
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[1] Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro
de Casos. Observatorio de la infancia, Madrid, 2006. (descargar)
[2] Dado que la realidad es dialógica (Morin, E. Introducción al pensamiento complejo. Ed
Paidos. Barcelona. 1994), en una misma situación de malos tratos encontramos
factores de riesgo y de protección que son concurrentes, antagónicos y, a la
vez, complementarios.
[3] Hay algunos autores que idenfican los factores
compensadores con los factores resilientes. En este artículo optamos por identifcarlos
a los factores de protección bajo un mismo epígrafe Factores protectores o compensadores. Navarro Morales, I. La internvención
psicosocial con las familias multiproblemáticas. La perspectiva ecológica, tesis doctoral, Universidad de Valencia. 2002.
[4] “Los estudios sobre la resiliencia demuestran el
papel central de la familia en la protección psicológica del niño ante la
adversidad” Manciaux, M. (compilador) La resiliencia: resistir y
rehacerse. Ed Gedisa. Barcelona. 2003. Pàg. 161
[5] López, F. y otros. Necesidades de la infancia y
protección infantil. Actuaciones frente a los malos tratos y desamparo de
menores. Programa SASI. Ministerio de Asuntos Sociales. Madrid. 1995. Pág. 192.
[6] Atención al Maltrato infantil desde Servicios Sociales. Instituto Madrileño del Menor y la Familia. Consejería
de Servicios Sociales. Comunidad de Madrid. 2001. Pág. 87
[7] Manciaux, M. (compilador) La resiliencia: resistir
y rehacerse. Ed Gedisa. Barcelona. 2003. Pàg. 50
[8] Atención al Maltrato infantil desde Servicios Sociales. Instituto Madrileño del Menor y la Familia. Consejería
de Servicios Sociales. Comunidad de Madrid. 2001. Pág. 87
Jordi Muner
Pedagog, mediador i psicoterpeuta familiar.
Información, factores e indicadores de malos tratos infantiles. Consideraciones para una evaluación integral de Jordi Muner està subjecta a una llicència de Reconeixement-NoComercial-CompartirIgual 3.0 No adaptada de Creative Commons
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