dilluns, 9 de desembre del 2013

8. La gestión de la información en la evaluación familiar

[ÖLa información obtenida, y debidamente organizada, nos proporciona un conocimiento sobre la realidad de la familia (sistema familiar). Esta información debe ser usada e interpretada de la misma manera que propone Linares (1996), cuando se refiriere al uso de las clasificaciones psicopatológicas en terapia familiar, como metáforas – guías diagnósticas (…) tan limitadas como discutibles [1] que contribuye al conocimiento de la familia y su evaluación. Además, la materia prima con la que trabajamos son los conceptos, y un concepto es un instrumento, o una herramienta, algo que nos ayuda a intervenir en lo real [2].

Este conocimiento, para devenir totalmente pertinente, a decir de Morin, lo debemos (re-)(co-) construir con la propia familia (sistema de evaluación) y con ello generar una comprensión compartida,  más compleja y/o más completa de esa realidad. De hecho, tenemos dos tipos de realidad: la de primer orden que se refiere a la percepción de las cualidades físicas de los objetos: formar, color y demás cosas. El otro aspecto, por el contrario, el del sentido, el significado y el valor que nosotros atribuimos a los objetos es aquello que llamamos realidad de segundo orden [3]. En este segundo aspecto no existen criterios objetivos. Con ello perseguimos que la familia se pueda (re)conocer en esa evaluación para que el diálogo que conlleva pueda promover en ella un proceso de cambio.

Este es el sentido ético de la evaluación familiar: la comprensión no debe quedar en posesión del profesional, ha partido de la familia para volver a ella, con el objetivo de capacitarla para hacerse cargo de la propia vida, para convertirse en protagonistas de su propio proceso de cambio. Prácticamente, esto quiere decir que ya no ser trata de estudiar a la familia como a un animal de laboratorio observable, clasificable y disecable, sino de interactuar con ella [4].  Recordando a Korszybiski (1933), debemos tener presente que el mapa no es territorio, y por tanto que la información proporcionada por las escalas nos sirve como un mapa para orientarnos (metáforas – guías diagnósticas) sabiendo que no es la familia sino solamente una interpretación, una representación de la familia.

Pero también debemos tener muy presente que el territorio no es el terreno en tanto que lo que se nos presenta y observamos no es la familia sino la familia en un entorno y en un contexto particular, por ejemplo, un contexto de evaluación en un entorno clínico. El terreno propio de la familia, es decir su terreno, es el entorno y los contextos naturales en los que se desarrolla, en el que no participamos (exosistema) y del que sólo temporal y parcialmente (mesosistema) formamos parte.

Al diálogo a que nos hemos referido en párrafo anterior, Goolishian y Anderson (1994), refiriéndose al diálogo que mantienen consultante y terapeuta, lo llaman conversación dialógica o terapéutica: remite a una búsqueda recíproca de comprensión y a la exploración, a través del diálogo, de los problemas siempre cambiantes que se van presentado (…) El consultante y el terapeuta hablan el uno con el otro, y no al otro [5].

Parafraseando a Goolishian y Anderson sobre la conversación dialógica, podemos aplicar también sus propuestas al diálogo entre los profesionales que realizan la evaluación (sistema evaluador) con el objetivo de revisar, compartir y completar tanto la información obtenida, como el proceso seguido para recogerla, las posiciones de partida,… Los evaluadores hablan el uno con el otro, y no al otro. Y al hacerlo van explorando entre ambos las nuevas complejidades de los significados, las nuevas narraciones, las nuevas realidades [6].



[1] L Linares, J.L. (1996) Identidad y narrativa. La terapia familiar en la práctica clínica. Ed. Paidós, Barcelona, pág. 117.
[2] Ibáñez, J. (1991) El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1994, pág. 206.
[3] Nardone, G. y Fiorenza, A. (1995) La intervención estratégica en los contextos educativos. Comunicación y “problem-solving” para los problemas escolares. Ed. Herder, Barcelona, 2004, pág. 172.
[4] Ausloos, G. Las capacidades de la familia. Ed. Herder. Barcelona, 1998, pág. 136
[5] Fried Schnitman, D. y otros. Nuevos Paradigmas, cultura y subjetividad. Ed. Paidós Barcelona, 1994, pág. 305
[6] Fried Schnitman, D. y otros. Nuevos Paradigmas, cultura y subjetividad. Ed. Paidós, Barcelona, 1994, pág. 305





Jordi Muner
Pedagog, mediador i psicoterpeuta familiar. 


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