Este conocimiento, para devenir totalmente pertinente, a decir de
Morin, lo debemos (re-)(co-) construir con la propia familia (sistema de
evaluación) y con ello generar una comprensión compartida, más compleja y/o más completa de esa realidad.
De hecho, tenemos dos tipos de realidad: la de primer orden que se refiere a
la percepción de las cualidades físicas de los objetos: formar, color y demás
cosas. El otro aspecto, por el contrario, el del sentido, el significado y el
valor que nosotros atribuimos a los objetos es aquello que llamamos realidad de
segundo orden [3].
En este segundo aspecto no existen criterios objetivos. Con ello
perseguimos que la familia se pueda (re)conocer en esa evaluación para que el
diálogo que conlleva pueda promover en ella un proceso de cambio.
Este es el sentido ético de la evaluación familiar: la comprensión no
debe quedar en posesión del profesional, ha partido de la familia para volver a
ella, con el objetivo de capacitarla para hacerse cargo de la propia vida, para
convertirse en protagonistas de su propio proceso de cambio. Prácticamente,
esto quiere decir que ya no ser trata de estudiar a la familia como a un animal
de laboratorio observable, clasificable y disecable, sino de interactuar con
ella [4]. Recordando a Korszybiski (1933), debemos tener
presente que el mapa no es territorio, y por tanto que la
información proporcionada por las escalas nos sirve como un mapa para
orientarnos (metáforas – guías diagnósticas) sabiendo que no es la
familia sino solamente una interpretación, una representación de
la familia.
Pero también debemos tener muy presente que el territorio no es el
terreno en tanto que lo que se nos presenta y observamos no es la
familia sino la familia en un entorno y en un contexto particular,
por ejemplo, un contexto de evaluación en un entorno clínico. El terreno propio
de la familia, es decir su terreno, es el entorno y los contextos naturales
en los que se desarrolla, en el que no participamos (exosistema) y del que sólo
temporal y parcialmente (mesosistema) formamos parte.
Al diálogo a que nos hemos referido en párrafo anterior, Goolishian y
Anderson (1994), refiriéndose al diálogo que mantienen consultante y terapeuta,
lo llaman conversación dialógica o terapéutica: remite a una búsqueda
recíproca de comprensión y a la exploración, a través del diálogo, de los
problemas siempre cambiantes que se van presentado (…) El consultante y el
terapeuta hablan el uno con el otro, y no al otro [5].
Parafraseando a Goolishian y Anderson sobre la conversación dialógica,
podemos aplicar también sus propuestas al diálogo entre los profesionales
que realizan la evaluación (sistema evaluador) con el objetivo de
revisar, compartir y completar tanto la información obtenida, como el proceso
seguido para recogerla, las posiciones de partida,… Los evaluadores hablan
el uno con el otro, y no al otro. Y al hacerlo van explorando entre ambos las
nuevas complejidades de los significados, las nuevas narraciones, las nuevas
realidades [6].
Enlaces previos
>> 1. El profesional ante la evaluación familiar
>> 2. El estudio de la familia desde el modelo sistémico. Aproximación
>> 3. El estudio de la familia desde la investigación en terapia familiar. Aproximación
>> 4. Evolución del estudio de la familia desde la investigación en malos tratos infantiles
>> 5. Dimensiones de la evaluación familiar desde el modelo sistémico
>> 6. Criterios para la evaluación familiar
>> 7. Medios y fuentes de información en la evaluación familiar
[1] L
Linares, J.L. (1996) Identidad y narrativa. La terapia familiar en la práctica
clínica. Ed. Paidós, Barcelona, pág. 117.
[2] Ibáñez,
J. (1991) El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden. Ed.
Siglo XXI, Madrid, 1994, pág. 206.
[3]
Nardone, G. y Fiorenza, A. (1995) La intervención estratégica en los
contextos educativos. Comunicación y “problem-solving” para los problemas
escolares. Ed. Herder, Barcelona, 2004, pág. 172.
[4]
Ausloos, G. Las capacidades de la familia. Ed. Herder. Barcelona, 1998, pág. 136
[5] Fried
Schnitman, D. y otros. Nuevos Paradigmas, cultura y subjetividad. Ed.
Paidós Barcelona, 1994, pág. 305
[6] Fried
Schnitman, D. y otros. Nuevos Paradigmas, cultura y subjetividad. Ed.
Paidós, Barcelona, 1994, pág. 305
Jordi Muner
Pedagog, mediador i psicoterpeuta familiar.
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