[Ö] Si analizáramos las escalas para la evaluación familiar utilizadas en
el estudio de la familia nos encontraríamos con instrumentos orientados a la
valoración de la familia como sistema, otros centrados en el sistema conyugal y
un tercer grupo dedicados a la valoración del sistema paterno – filial.
Si analizamos las variables de estudio nos encontramos con variables
transversales a las tres dimensiones: comunicación, cohesión, adaptabilidad,…,
y otras específicas según sea el objeto de estudio de la escala, por ejemplo,
vinculación, conflictos conyugales,…
Esto nos lleva a preguntarnos qué distingue una escala de evaluación
familiar de otro tipo de escala. En el apartado anterior hemos visto los
posibles ámbitos de evaluación, partiendo como núcleo o punto de referencia del
microsistema familiar. ¿Cuál debe ser la amplitud de la evaluación del sistema
familiar para que se pueda catalogar como escala de evaluación familiar? ¿Una escala que se oriente a la evaluación
del ajuste marital puede considerarse de evaluación familiar? Así mismo
¿Debemos considerar de evaluación familiar una escala dedicada a la evaluación
de la vinculación paterno-filial?
Para saber si una escala responde a la evaluación familiar primero
deberíamos aclarar qué es lo que entendemos por familia. Puesto que intentar
establecer una definición puede ser complejo y controvertido vamos a intentar nuestro
objetivo distinguiendo aquello que diferencia a la familia de otra agrupación
humana [1].
Caillé (1991) en su libro Uno más uno son tres. La pareja revelada a
sí misma cita a Nueberger (1988) para definir la pareja como una
institución. A su vez, Linares defiende que la familia se constituye en el
momento que dos personas se unen con el proyecto de tener hijos [2].
De lo cual se deduce que a partir de entonces es posible considerar a la
pareja determinada por dos dimensiones que reflejan, respectivamente, las
relaciones que los miembros mantienen entre sí y las que les unen a sus hijos,
presentes o futuros: la conyugalidad y la parentalidad [3].
Este planteamiento no es compartido por Rodrigo y Palacios (1998), los cuales tras un proceso de deconstrucción del concepto de familia nuclear (consistente en ir retirando los elementos que, si bien anteriormente fueron considerados absolutos, hoy se tienen por relativos), afirman que la unión de dos adultos que comparten un proyecto vital de existencia en común debe considerarse una familia [4]. Para estos autores la presencia de los hijos supone el nacimiento de la vertiente educativa en el proyecto vital (proyecto vital educativo) y un aumento de la complejidad y variedad en las relaciones interpersonales. Seguidamente exponen las funciones de la familia orientadas a los adultos en desarrollo y las funciones básicas de la familia respecto a los hijos. De su exposición se deduce que distinguen dos dimensiones: los adultos y los adultos respecto a los hijos.
A nuestro entender, consideramos que son dos los criterios por los que una
escala pudiera ser considerada de evaluación familiar o bien
debería estar orientada a la evaluación global de la familia como un sistema,
o bien a la evaluación conjunta de la conyugalidad y la parentalidad
(figura 2). En el primer caso podríamos incorporar el concepto de familia que
Rodrigo y Palacios otorgan a la
pareja. Para que pudiéramos incorporar el concepto de familia
que proponen Caillé y Linares, la evaluación global de la familia como sistema
debería incorporar la parentalidad.
Desde la perspectiva del segundo criterio, la evaluación de la
conyugalidad en una familia con hijos sería insuficiente para considerar ese
estudio como evaluación familiar. Las escalas encaminadas a evaluar solamente
algunas de las dimensiones características de las familias (comunicación,
cohesión, adaptabilidad, satisfacción, normas, rituales, disciplina,
vinculación, afectividad,…) deberían considerarse escalas de evaluación
de aspectos específicos de la familia.
Este enfoque permitiría la evaluación familiar de las conformaciones familiares actuales: desde la familia con hijos y/o con ascendientes a la monoparentalidad y las familias homoparentales. Linares, y Rodrigo y Palacios comparten la percepción de familia en la monoparentalidad y las familias reconstituidas.
Linares (1996) expone: En otro orden de cosas, la separación, si se
acaece no tiene por qué modificar la naturaleza básica de la relación. Una pareja
con hijos separada, si disuelve razonablemente la necesidad psicológica mutua
cerrando el paso a la dependencia, encuentra una salida armoniosa a la
conyugalidad [5].
Para Rodrigo y Palacios (1998) lo más habitual es que en ese núcleo
haya más de una adulto y los más frecuente es que ambos adultos sean los
progenitores de los niños a su cargo, pero seguimos hablando de familia cuando
una de esas situaciones no se dan [6].
Enlaces previos
>> 1. El profesional ante la evaluación familiar
>> 2. El estudio de la familia desde el modelo sistémico. Aproximación
>> 3. El estudio de la familia desde la investigación en terapia familiar. Aproximación
>> 4. Evolución del estudio de la familia desde la investigación en malos tratos infantiles
>> 5. Dimensiones de la evaluación familiar desde el modelo sistémico
Sigue
>> 7. Medios y fuentes de información en la evaluación familiar
[1] Después
de examinar las dificultades que plantea la definición de la familia,
compartimos la idea de que no existe una única definició, o que la diversidad
de la vida familiar no puede reducirse en una única definición. Más bién éstas
dependen del marco teórico y de los planteamientos epistemológicos que asume el
investigador, así como del contexto sociocultural en el que se encuentra.
(Garcia, E. i Musitu, G. Psicología social de la familia. Ed. Paidós , Barcelona, 2000, pág. 62).
[2]
Linares, J.L. (2002) Del abuso y otros desmanes. El maltrato familiar, entre
la terapia y el control. Ed. Paidós, Barcelona, pág. 34
[3]
Linares, J.L. (1996) Identidad y narrativa. La terapia familiar en la
práctica clínica. Ed. Paidós, Barcelona, pág. 75
[4] Unión
de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se
quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a
dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen
intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia (Rodrigo, M.J. y
Palacios, J. (1998) Familia y desarrollo humano. Ed. Alianza, Madrid,
pág.33)
[5]
Linares, J.L. (1996) Identidad y narrativa. La terapia familiar en la
práctica clínica. Ed. Paidós, Barcelona, pág. 76
[6] Rodrigo,
M.J. y Palacios, J. (1998) Familia y desarrollo humano. Ed. Alianza,
Madrid, pág.33
Jordi Muner
Pedagog, mediador i psicoterpeuta familiar.
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Creo que los valores que actualmente estan observandose en el mundo coail y del comportamiento en grupo, social, de comunidad y de país, estan impactando en todo tipo de relaciones humanas, con ello se está viendo un desquebrajamiento de este núcleo importante para la familia, las incidencias pueden ser multivariadas, pero la que más pega o afecta a esta relación de familia es la carencia del valor del amor, del verdadero amor y de la conjunción universal del concepto en personas que no lo entienden en su minima escencia.
ResponEliminaMiguel Lucas Martínez.
México