Autoreflexividad
Debemos sustituir la noción de objetividad por la de responsabilidad [1].
Debemos incorporar la autoreferencia y la recursión desde la posición del
observador que se observa a si mismo en sus propias observaciones, en su acto
de observar y distinguir. Es decir, debemos observarnos (autoreferencia y recursión,
autoreflexividad) en el proceso de evaluación que llevamos a cabo respecto a
las familias y tomar buena cuenta de nuestras distinciones, de lo que para
nosotros es relevante en y para la evaluación familiar, en definitiva, de
nuestro sistema de creencias, de nuestra epistemología.
Saber qué y cómo queremos evaluar cuando evaluamos a una familia nos
proporciona info rmación sobre lo que
para nosotros es relevante y para decidir, en nuestro caso, que escalas de
evaluación familiar nos parecen más oportunas.
Complejidad
En la evaluación, según Millán (1987) podemos distinguir los mismos niveles
de la investigación científica: nivel descriptivo: recogemos info rmación de acuerdo con unas categorías, etiqueta
o rotulados; nivel relacional: la info rmación
recogida se agrupa en constructor más complejos (ejemplo, los desórdenes,
trastornos o síndromes); nivel predictivo: se interpreta la info rmación en términos seriales y predictivos; y
nivel teórico: se elabora una teoría o modelo que pretende explicar,
controlar y modificar la dinámica estudiada.
Morin (1999) llamará conocimiento a este último nivel: El
conocimiento no es conocimiento si no es organización, puesta en relación y en contexto
con las informaciones (…) constituye a la vez una traducción y una
reconstrucción, a partir de señales signos, símbolos, bajo forma de
representaciones, ideas, teorías, discursos [2]. El conocimiento además tiene
que ser conocimiento pertinente capaz de contextualizar: situar toda
información en el contexto en que se genera, y de globalizar: ubicarla en su entorno
cultural, económico, político y natural. El conocimiento es pertinente
en tanto organiza la información y busca desvelar la complejidad.
Las informaciones constituyen parcelas del saber
dispersas. (…) Es la materia prima que el conocimiento debe dominar e integrar [3]. Bateson
hablará de información como la diferencia que diferencia, y Maturana de
unidades: cualquier cosa que un observador puede distinguir, lo cual nos remite
a la existencia del observador que hace las distinciones. Así, el dominio de
las observaciones posibles queda determinado por las propiedades del sistema
que observa (…) Pero, si hablamos de este modo, resulta claro que el
objeto percibido necesita de un observador para aparecer [4].
Para Morin (1999) el conocimiento debe ser revisado y reconsiderado
permanentemente por el pensamiento, lo cual nos devuelve otra vez a la
autoreflexividad. Para comprender el mundo hemos de empezar comprendiéndonos
a nosotros mismos, es decir, a los observadores [5].
La mejor herramienta somos nosotros mismos si aprendemos a (re)pensar y (re)pensarnos
en un ejercicio de circularidad y recursión (auto)reflexiva [6]
A donde nos llevan estas reflexiones: a la recuperación de la
subjetividad, a preservarnos ante la objetividad. Como señala Ibáñez
(1991), refiriéndose a Von Foster, (…) no existe el objeto, existen
solamente descripciones del objeto. La descripción del objeto está determinada,
en primer lugar, por la capacidad de percepción del que lo percibe [7].
Somos sujetos conocedores y conscientes de nuestra subjetividad que
intentamos objetivar nuestras percepciones mediante técnicas y procedimientos
diversos. Como las escalas de evaluación familiar, que no podemos objetivar
como si fueran ajenas al sujeto que las ha diseñado a partir de su percepción
del mundo: haciendo distinciones y marcando diferencias, categorías y
clasificaciones. Las escalas son un medio, que aporta un tipo de
información, que ayuda a nuestro conocimiento (de las familias) para
efectuar una evaluación de las familias.
Sigue >> 2. El estudio de la familia desde el modelo sistémico. Aproximación
Sigue >> 2. El estudio de la familia desde el modelo sistémico. Aproximación
[1] Segal, L. (1986) Soñar la realidad. El
constructivismo de Von Foster. Ed. Paidós, Barcelona, 1994, pag. 26
[2] Morin, E. (1991) La mente bien ordenada. Ed.
Seix Barral, Barcelona, 2001, pág. 18 i 29
[3] Morin, E. (1991) La mente bien ordenada. Ed.
Seix Barral, Barcelona, 2001, pág. 18
[4] Segal, L. (1986) Soñar la realidad. El
constructivismo de Von Foster. Ed. Paidós, 1994, pag. 96-97
[5] Segal, L. (1986) Soñar la realidad. El
constructivismo de Von Foster. Ed. Paidós, 1994, pag. 26
[6] Son los modelos mentales que despliegan los
directivos, no sus herramientas o técnicas, lo que determina su capacidad para
enfrentarse a lo desconocido (Ralph
D.S. (1992) Gestión del caos. Estrategias
empresariales dinámicas para un mundo impredecible. Ed.S, 1994, Barcelona, pág. 19)
[7] Ibáñez, J. (1991) El regreso del sujeto. La
investigación social de segundo orden. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1994, pág.
XXIII
Jordi Muner
Pedagog, mediador i psicoterpeuta familiar.
El profesional ante la evaluación familiar de Jordi Muner està subjecta a una llicència de Reconeixement-NoComercial-CompartirIgual 3.0 No adaptada de Creative Commons |